Como Paula, que se sentía estancada en su emprendimiento y en su vida personal. 

Sentía que su empresa de comunicación digital, ese proyecto que tanto la había inspirado y por el que había sentido tantas mariposas en el estómago, se había transformado en un monstruo con demasiadas cabezas. 

Cada una de ellas le pedía algo sin parar y a gritos. Paula hacía lo posible por responder a todas sus demandas y resolver todos los desafíos que aparecían, crecían y se multiplicaban cada día. 

Pero en algún momento se dio cuenta de que ya no disfrutaba de su trabajo y de que sólo apagaba fuegos. Se dedicaba a solucionar las cosas que iban surgiendo, pero ya no tenía ideas inspiradoras ni energía para ponerlas en marcha, si es que alguna se presentaba. 

Por no hablar de su sentimiento de culpa. A nivel personal sentía que estaba dejando de lado a su pareja, a su familia y a sus amigos en su intento diario de llegar a todo a nivel profesional. 

Y eso que había emprendido para hacer del mundo un lugar mejor. Y también para ser su propia jefa y poder organizar su horario y su vida de acuerdo a sus deseos y necesidades. 

Aunque ahora todo eso parecía que se había quedado en el pasado y ella hacía lo posible por sobrellevar el día a día. Atrás se habían quedado la inspiración, la creatividad y el disfrute. 

Hasta que en una reunión de networking Paula le contó a Valeria, una compañera, lo agobiada y desconectada que se sentía. Allí fue cuando Valeria le habló del método que había usado ella para salir del mismo agujero que le describía Paula.